martes, 12 de junio de 2012

Querida Ester




Delante del ordenador, la lluvia golpeando la ventana...

Querida Ester. Hace ya tiempo que la ventana permanece cerrada. Tus curvas condenadas al eterno silencio -congeladas en el tiempo-. No dejo de pensar que quizás no lejos de aquí, tras ese edificio, o a lo mejor tras el siguiente, renaces cada noche con una cara diferente. Siento una cierta envidia, rencor tal vez, por el afortunado que te disfrute en la oscuridad, por primera vez. Descubriendo tus secretos. Celos injustos, cierto es, pues soy yo el que ya no busco tu compañía. Y sin embargo, estas lineas son la prueba de que no olvido...




He visto la casa en la playa; las paredes descorchadas; la bottela de vino vacía. Es extraño pensar lo que allí vivimos. Tus susurros en mi oreja. Haciendome partícipe de tus misterios. Tu yo. Solos; un instante que se revelaba eterno. Creo que ya entonces sospechaba que no acabaría bien, que la tragedia te acechaba. Pero estaba dispuesto a vivirte, mientras durase.

Tal vez sea un romántico. Lo nuestro no duro tanto, más bien duró muy poco, y tampoco puede decirse que viviesemos al límite. Pero vivimos, tranquilos, acurrucados el uno junto al otro. El ronroneo de las olas al quebrar, más alto que nuestra respiración. Y aún así no te olvido. Puede que no pueda.

Querida Ester. A veces hablas demasiado. Cuando quiero silencio, contemplar el horizonte, sumergirme en mis pensamientos... Torrentes de palabras enigmáticas. Un puzzle que sé quieres que resuelva, pero que no quiero; no puedo; no me interesa. Es como si yo no existiese, como si, haga lo que haga, tu vas a perderte en tus soliloquios, mi compañía innecesaria. Y sin embargo, cuando escucho, te descubro...




Siempre sospeche que nunca estuvimos solos, que siempre había alguien más cerca de nosotros, compartiéndote. Al principio eran solo meras sospechas, una forma de justificar tus aires de misterio. Tratar de darle un sentido, ya que me negaba a creer que simplemente te estubieses haciendo la interesante. Pero un día vi las sombras a lo lejos, siempre cerca de una esquina tras la cual esfumarse, y supe que aún no había perdido la cabeza, que me engañabas. Tal vez.

Querida Ester. A veces creo que te odio. A veces desearía que no existieses. Toda esa falsa elegancia, ese misterio que proyectas, no es más que un muro, una fachada tras la cual no hay más que un campo vacío, anodino.Miro a mi alrededor, en la urbe, lejos de tu paradisiaca isla, y veo mujeres riendo, bailando, vistiendo vestidos coloridos. Alegres. Vivas. Tan alejadas de tu palidez, tu sobriedad. Tal vez una de ellas, pienso en mi ensueño, es a quien necesito... Y sin embargo, pienso en tí de nuevo...




Querida Ester. Lo más probable es que no vuelva a verte. Siempre lo supe. Y cuando pienso en ello, no me apeno. Pues no tengo duda de que encontrarás a alguien, y que alguien te encontrará. Afortunado él. Y entonces repetireis esa danza de seducción, hasta llevar a tu nueva víctima al abismo. Y de nuevo al abandono, que no olvido.

Querida Ester. Me alegro de haberte conocido...


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